lunes, 26 de noviembre de 2007

Buenas Noches Máximo y Federico

Me parece llegar de un largo viaje Paraná Gualeguaychu "solo buscando abrir cuenta de gmail."-aQUI CON LA AYUDA DE JENY Y EL APOUO DE PABLO ENCONTRE EL CAMINO.Los chicos tambien quieren ingresar el blog ¿cómo hacen?Nos seguimos comunicando el correo de jenniferbrelis@gmail.com Pablo Fernandez se va a abrir la cuenta un abrazo felicitaciones por el aporte.Maria julia

domingo, 25 de noviembre de 2007

SOLO NATURAL

"Las corrientes mansas nos permiten disfurtar de todo lo que nos rodea: la música del agua, el paso de los peces, el aroma de los árboles, el color de la naturaleza, la serenidad del espíritu y la mano tibia de Dios". SOFIA DE LOURDES FERNÁNDEZ

viernes, 23 de noviembre de 2007

Para compartir Juanele

Queridos compañeros: para seguir compartiendo la autenticidad de este poeta entrañable

y el amor por su tierra, que también es la nuestra. Con afecto, desde Gualeguay.

Sí, el nocturno en pleno día



Sí, el “nocturno en pleno día”. Qué reposante
la sombra, el baño de la sombra.
Algunos brillos, algunas florescencias. Y, ah,
reencontrar el centro de relación. Delicias
de las flores submarinas, frágiles delicias.
La noche íntima está llena del mundo. En la primera
capa del reposo, sólo. Acaso en la segunda.
La fatiga de la luz y del ruido, sonríe, sí, al silencio iluminado
apenas, muy apenas de un pálido cielo abisal.
Silencio, silencio, sombra y silencio reposantes y ah,
indispensables.
El nocturno delicado para oír nuestro silencio y el silencio
del mundo,
curvados sobre la sombra opaca, sin reflejos mezquinos o
complacientes.
Nuestro silencio y el silencio del mundo, tan musicales, ah,
tan musicales,
en sus primeras zonas. Porque en cuanto descendemos más
nos sorprende el grito de la vida.
La vida grita, hermanos, en lo profundo del mundo y de
nosotros mismos.
La vida herida grita y es inútil nuestro intento de eludir el grito
en el adorable y reposante refugio de nuestra soledad o de
nuestra comunión con las criaturas secretas del mundo.
Ah, cómo quisiéramos encontrar la paz absoluta de la sombra
o de la armonía total
cuando bajamos hacia nuestro silencio en el día o en la noche!
Por unos minutos sólo, aunque fuera por unos minutos, ver
alzarse una tenue constelación de las profundidades últimas.
Subiríamos con una sonrisa más segura, hermanos, para los
deberes del amor.
No el vértigo de la sombra, no, sino el canto de la sombra.
Ah, cómo quisiéramos en el silencio de nuestro paisaje ver
sólo los juegos de la luz y del agua.
Una impalpable presencia, casi una música, sobre las colinas
olvidadas.
Cómo quisiéramos que el canto nuestro fuera el del pájaro,
el del arroyo, acaso el del grillo en el alba:
una perdida aspiración hacia una dicha que casi no es de este
mundo o el cristal de una dicha ubicuo como el cielo.
Cómo quisiéramos, sí, contar con una breve seguridad en la
noche de nosotros mismos o en la armonía de las cosas.
Fuera agradable, verdad, hermanos míos? estrechar el universo
en el límite del ser, en el último límite tembloroso del ser.
Pero la vida, el mundo, nos han penetrado tanto que en
nuestras profundidades sólo hay sangre y gritos.
Nuestro silencio último está lleno de llantos, de
desgarramientos.
El paisaje manchado de injusticia y de desolación.
En la sonrisa de las lomas criaturas amarillas con su pregunta
terrible de animales acosados.
Y en el polvo de los caminos la inseguridad de pies llagados,
y junto a los alambrados el desamparo ante la noche.
Ah, nuestro querido Supervielle, nuestro nocturno, nuestro
delicado “nocturno en pleno día” gime con el dolor del
mundo.
Pero, pero,
más allá de la sangre y de las lágrimas, más allá de la muerte
y del espanto, el día como una nave
con su carga preciosa para las soledades ya seguras frente al
canto de la sombra,
y menos indefensas ante el vértigo de la sombra.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

PARA LARGAR, ESTE CUENTITO. HIDEPUTAS

“Hideputas”

El Viejo Loco que según todas las evidencias había sido muerto por la policía, por viejo, por loco, y especialmente por hablador y charlatán, reapareció en la Aldea después de un largo tiempo. “Mire que hablar contra la autoridá, contra el señor gobernador y señor presidente, ¿donde se ha visto eso?”.

La aldea había cambiado en estos años. Se había vestido de Pueblo y casi de ciudad. La siembra de la soja había enriquecido a muchos aldeanos. Los tilbury se arrinconaban en los galpones mientras lujosos coches aparecían por todos lados con sonrisas regordetas. El desarrollo del pueblo había creado varias escuelas e institutos superiores. Nadie sabía bien para qué. El asunto era fabricar diplomas y muchos licenciados … quienes terminaban cultivando soja con sus padres. Pues el negocio era redondo. El mundo se había enloquecido y pedían soja y más soja a esta aldea ubicada en el hemisferio inferior, bien inferior, allá bajo donde se termina el mapa.

Era una fiesta Patria. El Jefe de la Comuna estaba en el Centro del Palco, rodeado por el Gobernador, el Presidente, diputados, militares y clérigos de muchas religiones. Una alegría pastosa cubría esas panzas infladas.

“Extraña pero promisoria coincidencia, habló el Señor jefe de la Nación. Hoy, conmemoramos una fecha patria y a su vez el día de la soja. Son casi lo mismo”.
Arreciaron los aplausos de los aldeanos bien trajeados y las mujeres con largos atuendos y brillantes collares.

De golpe, apareció el viejo loco. La escasa ropa apenas le cubría el cuerpo flaco y color gris ceniza. Tan estrafalaria figura hizo sonreír a todos. El Señor gobernador, condescendiente, lo llamó al palco. Muchos aplausos.

El viejo miró a las autoridades y a la mugrienta concurrencia que estaba de pie, abajo. Sin que nadie se lo dijera tomó el parlante y los miró a todos con los ojos como lenguas de fuego. Los volvió a mirar por segunda vez y los pelos de la cabeza se le erizaron. Hombres y mujeres se llevaron la manos a la boca. Temerosos.

Y el viejo habló:

“Los que están aquí arriba se dicen autoridades y viven mintiendo a los que están por debajo. Y todos se hacen los sotas, ¡sinverguenzas!”.
Los policías se acercaron , pero el Presidente los mantuvo a raya. No había ningún peligro. Un ratito nomás, para diversión del pueblo soberano.
“Claro que están haciendo guita, con la siembra de la soja …No les importa un comino que mueran niños cuando esparcen los bioquímicos para matar insectos y apurar el crecimiento. Les importa un carajo esta tierra. Quedará yerta, seca, estéril por cientos de años. Nada crecerá. Morirán raquíticos los descendientes. Construyen escuelas para idiotizar mas a la gente, ¡malditos! Y además, Señor Presidente, que vengan las pasteras del Norte, que vengan todas y llenen esta tierra para Ustedes bastarda. ¡Mil veces malditos!”
.

Estas palabras eran intolerables. Las autoridades lo cercaron e impidieron las imágenes de la televisión.
Se escuchó un grito:
“¿Saben lo que son?”.
Entre el murmullo se oyó la voz entrecortada del viejo loco:
“¡Hideputas”.
Las autoridades políticas entregaron al viejo harapiento a las fuerzas del orden, mientras los fuegos artificiales dibujaban en el cielo guirnaldas multicolores, símbolos de la felicidad panzuna y el progreso pingajo.