sábado, 29 de noviembre de 2008

LA EDUCACION DE LA MIRADA

Desde que me tengo por gente, la escuela enseña análisis de textos. Gracias a esas clases aprendí la jactancia de "niño, nunca verás un país como éste", conocí la pasión de Tomás Antonio Gonzaga por su Marilia y me deleité con los poemas satíricos de Leandro Gomes de Barros, como esos versos tan actuales, escritos a comienzos del siglo XX: "El Brasil es la olla./ El Estado echa sal,/ La Alcaldía lo sazona,/ quien come es el Federal".
Todo texto se teje con los hilos del contexto en que fue escrito. Cuanto más próximo se encuentra el lector de la coyuntura en que se produjo el texto, tanto mejor capta su pretexto, el significado. Un alemán tiene más posibilidad de entender, con su sensibilidad, el universo de las obras de Goethe, igual que un brasileño siente el aroma de la culinaria descrita en las novelas de Jorge Amado.
¿Para qué sirve estudiar literatura? Entre otras razones, para leer con más acuciosidad el libro de la vida, cuyos autores y personajes somos nosotros. Quien lee sabe distinguir entre arte y panfleto, juego de rimas y poesía, experimentalismo barato y ficción de calidad. Leer es un ejercicio de escucha y de exploración. Por eso, mientras no lleguen nuevos avances tecnológicos, tengo la impresión de que leer un libro en Internet es como ver la foto de un atardecer de mayo sobre las montañas de Belo Horizonte. Prefiero contemplar esa maravilla en vivo.
En la adolescencia tuve en cineclubs mi primera educación de la mirada. Tras la exhibición del filme, los debates dejaban ver nítidamente la diferencia entre obra de arte y mero entretenimiento. Se cultivaba la sensibilidad, saturada por las series melodramáticas de los culebrones de Hollywood, e insaciada ante los grandes maestros del cine. La pesadez repetitiva del humor televisivo nunca producirá un Chaplin.
Hoy la imagen ocupa en nuestros ojos más espacio que el texto, gracias a la universalización de la televisión. No obstante, la escuela parece no darse cuenta de que vivimos en una era de la imagen. O peor aún, compite con la televisión en arrogante indiferencia o desprecio. Dentro del aula de clase todavía predominan la narrativa textual, la palabra escrita, la secuencia enmarcada por comienzo, medio y fin, señales de la historicidad. Fuera de la escuela recibimos la avalancha de imágenes, el vertiginoso coctel que confunde pasado, presente y futuro, la narrativa reventada por el recorte deslucido de los clips, la cultura rebajada a diversión vacía.
Mientras la escuela se esfuerza, al menos teóricamente, por formar ciudadanos, la televisión forma consumidores. Si hoy en día los alumnos son más indisciplinados que antes es porque no pueden -todavía- cambiar al profesor de canal. ¿Por qué no destronar la televisión como reina del hogar y llevarla a la sala de clase? Llegó la hora de emanciparnos del tiránico monólogo televisivo. Se puede estar en desacuerdo con un periódico y escribir a la sección de cartas de los lectores, o protestar por la radio, llamando a la emisora. ¿Cómo se queja uno a la televisión, que es una concesión pública utilizada en función de intereses y ganancias privadas? El mejor recurso es invertir la relación: que ella pase a ser objeto y nosotros sujetos.
Imagino a los alumnos en el aula de clase analizando programas de televisión y cortos publicitarios; transformando el juego de emociones -fotos, sonidos, movimientos- en objeto de la razón, descodificando los contenidos de los programas y la carpintería de la producción televisiva. Actores y productores de televisión serían recibidos en las aulas; examinada la calidad de los productos ofrecidos; y se abriría un debate sobre la ética implícita en los programas de audiencia, donde los pobres y los nordestinos son ridiculizados, y en la publicidad, que reduce a la mujer a sus atributos físicos como carne de cañón.
Ver televisión en la escuela es educar el mirar. Y de ese modo dar un paso importante rumbo a la democratización de los medios de comunicación, pues las instituciones de enseñanza también deben tener sus radios comunitarias y producir videos. Sólo una mirada crítica nos abre el horizonte de la ciudadanía y de la democracia real. En caso contrario corremos el riesgo de ver cada vez más caras y menos corazones, y creer que el predominio de la estética dispensa de la ética y de confiar en que los sueños son sólo capullos que no engendran mariposas de la utopía.

Frei Betto ,Paulo Freire y Ricardo Kotscho, de "Esa escuela llamada vida
",

sábado, 8 de noviembre de 2008


ALAI, América Latina en Movimiento2003-11

Dios es negro
Frei Betto
Llevo a África en la sangre. El tronar de los tambores, la punta afilada de las lanzas, los trazos coloreados realzando la piel y en la boca el sabor atávico de los frutos del Jardín del Edén. En el alma las cicatrices abiertas de tatos azotes, el grito imperial de los cazadores de personas, los hijos apartados de sus padres y los maridos de sus mujeres, el balanceo agónico de la travesía del Atlántico y, en los poros, la muerte segando cuerpos engullidos por el mar y triturados por los dientes afilados por los peces. Soy hijo de Ogum y Oxala, devoto de Iemanjá, a quien elevo las ofrendas de todos los dolores y colores, lágrimas y sabores, el llanto inconsolable que sale de las chozas, la carne atada con cuerdas, las muñecas y los tobillos con hierros, la soledad de las razas, el vientre violentado y preñado por el ímpetu feroz de los señores de la Casa Grande.Me quedan, en la tinaja de madera, las sobras del cerdo descuartizado y, mientras la mesa colonial saborea el lomo, rasgo pieles y orejas, guiso en manteca la frijolada, corto en rebanadas las carnes, frío longanizas y torreznos, añado condimento y me harto. Recojo en el alambique la savia ardiente de la caña y me transporto a los ancestros, a las sabanas y selvas, al tiempo de la inmensurable libertad. En las noches de casa grande vacía y borrachos los capataces, adorno mi cuerpo con pinturas reflejado en el resplandor de la luna, adorno mis brazos y piernas, me cubro de collares y brazaletes, y al son embriagante del tan-tan, bailo, bailo, bailo, exorcizando tristezas, ahuyentando malos espíritus, imprimiendo al movimiento de todos mis miembros el impulso irrefrenable del vuelo del espíritu.Soy esclavo, pero también señor de mí mismo, pues no hay cerrojo que me tranque la conciencia, ni moralismo que me haga mirar el cuerpo con los ojos de la vergüenza. Hago fiesta del sexo, liturgia del cariño, bienestar del amor, multiplicando la raza con la esperanza de quien fertiliza semillas. Le doy al patrón nuevos brazos que un día habrán de derribarle de su trono.Comulgo con la exhuberancia de la naturaleza, las copas de los árboles son mis templos, hago las ofrendas de la fogata de leña, en mi ser se agitan ágiles, caballos salados, y sigo el mapa trazado por las caracolas, que me enseñan que no hay dolor que dure para siempre y que el verdadero amor perdura. Tan poblado está el cielo de mis creencias, que no rechazo si quiera la santería del clero; antes bien reverencio el caballo de san Jorge, transfiero a los altares la devoción a mis orixás, tiro al río la Virgen negra en la fe de que, entre tantas blancas traídas en andas por el señor de los esclavos, llegará el tiempo en que la mía será Aparecida y a sus pies también se habrán de doblar las rodillas de los blancos.Soy liberto y en lo profundo de los bosques recreo un espacio de libertad, defendiendo con espíritu guerrero mi reducto de paz. En la aldea, vuelto hacia África, rescato la fuerza mistérica de mi idioma, celebro fiestas y danzas congolesas, el canto libre que resuena en el coro de la pajarería, las aguas de la cascada limpiándome de todo temor, los árboles en centinela cubiertos de mil ojos vigilantes. Ciudadano brasileño, aún lucho por la liberación, empeñado en abolir prejuicios y discriminaciones, grilletes forjados en la inconsciencia e inconsistencia de quienes insisten en hacer de la diferencia divergencia e ignoran que Dios también es negro.

lunes, 3 de noviembre de 2008

UNA LECTURA DEL MUNDO






"Ivo vio la uva", enseñaban los manuales de alfabetización. Pero el profesor Paulo Freire, con su método de alfabetizar concientizando, hizo que adultos y niños en Brasil, en Guinea Bissau, en la India y en Nicaragua, descubrieran que Ivo no vio solo con los ojos. Vio también con la mente y se preguntó si uva es naturaleza o cultura.

Ivo vio que la fruta no resulta del trabajo humano. Es creación, es naturaleza. Paulo Freire enseñó a Ivo que sembrar uva es acción humana en la y sobre la naturaleza . Es la mano, multiherramienta, despertando las potencialidades del fruto. Así como el propio ser humano fue sembrado por la naturaleza, en años y años de evolución del Cosmo. Recoger la uva, triturarla y transformarla en vino es cultura, señaló Freire. El trabajo humaniza a la naturaleza y al realizarlos, el hombre y la mujer se humanizan.

Trabajo que instaura el nudo de relaciones, la vida social.

Ivo vio también que la uva es recogida por jornaleros que ganan poco, y comercializada por intermediarios, que ganan mejor. Ivo aprendió con Paulo que , aún sin saber leer, él no es una persona ignorante. Antes de aprender las letras, Ivo sabía construir una casa, ladrillo a ladrillo. El médico, el abogado o el dentista, con todo su estudio, no era capaz de construir como Ivo. Paulo enseñó a Ivo que no existe nadie más culto que otro, existen culturas paralelas, distintas, que se complementan en la vida social.

Ivo vio la uva y Paulo Freire le mostró los racimos, la parra, la plantación entera. Enseñó a Ivo que la lectura de un texto es tanto mejor comprendida cuanto más se inserta el texto en el contexto del autor y del lector. Es de esa relación dialógica entre texto y contexto que Ivo extrae el pretexto para actuar. En el inicio y en el fin del aprendizaje, es la praxis de Ivo lo que importa. Praxis-teoría-praxis, es un proceso inductivo que vuelve al educando sujeto histórico.

Ivo vio la uva y no vio al ave que desde arriba, observa la parra y no ve la uva.. Lo que Ivo ve es diferente de lo que ve el ave. Así Freire enseñó a Ivo un principio fundamental de la epistemología : la cabeza piensa donde los pies pisan.

El muindo desigual puede ser leido por la óptica del opresor, o por la óptica del oprimido. Resulta una lectura tan diferente una de la otra. Ahora Ivo ve la uva, la parra y todas las relaciones sociales que hacen del fruto fiesta en el cálice del vino.