jueves, 12 de junio de 2008

ELLOS: LA FUENTE DE MI INSPIRACIÓN


Hoy llegó a clase vestido con pantalón corto, remerita y sin medias, dispuesto al juego, la clase no le interesó ... la piel agrietada y reseca, toda la pobreza en ese pequeño cuerpito de 7 años. Llegó contento a contarme que le habían regalado tres cardenales y varios "mistitos". ¿Y la leña que le encargué a tu papá ? le pregunté.
Muy serio me respondió: _ ¡ si mi papá no sabe leer ni escribir como va a saber tu casa!.
A la rato, mi compañera de nivel inicial muy asombrada me cuenta que uno de sus alumnos estaba comiendo maíz porque tenía hambre, había llenado sus bolsillos con la comida de las gallinas.
No fue una buena tarde la de hoy, la realidad nos cachetea y no podemos ser indiferentes.
¿Cómo hacer para no desmoronarnos, para conservar la esperanza?
¿Como hacemos para enseñar cuando el hambre está presente? ¿Cuándo la preocupación es la "hora que no llega nunca" para tomar la leche? ¿Cuántos Brunos habrá en este país?
Inmersa en esta realidad veo la indiferencia en la vereda de enfrente y me preocupa la mirada que la sociedad tiene del pobre...mis alumnos.

Insistir en vivir
Sería absurdo culpar a los pobres de indolencia y culparlos por la miseria que los maltrata, puesto que el hambre debilita a la persona. Es decir, no se puede confundir anemia con pereza. Con la mirada profunda, el rostro seco y el cuerpo menguado, los pobres llevan la vida envuelta en harapos. Soportan amarguras y trabajan "duramente"; trajinan desde la madrugada hasta la noche, y expoliados por salarios miserables, hasta ahora generan riquezas para los otros.
Los pobres son una paradoja. Por un lado, empobrecidos, roídos por carencias; por otro lado, muestran que poseen fibra para el trabajo y la obstinación para vivir. Hay una misteriosa fuerza oculta en los pobres: dentro de la fragilidad, el coraje. Hay en los pobres un contraste entre la palpitación interna de la lucha por la sobrevivencia y el conformismo heredado de la cultura de sumisión.
Socioculturalmente, el pobre ha sido inundado por la alienación.
Hay una política que modela al pobre para la sumisión; hay una pedagogía que enseña al pobre a rendir culto a los dominadores; hay una ética que obliga al pobre a obedecer a las autoridades, aunque sean despóticas; hay una religión que le implora al pobre paciencia y resignación en el sufrimiento; hay una cultura que domestica al pobre, repitiéndole que la cuerda se corta siempre por lo más delgado.
La cultura dominante forjó la imagen de que el pobre es débil, inculto e improductivo. Sin embargo, a pesar de haber sido estafado por todos lados, el pobre es fuerte y abriga un potencial creador.
Aunque sofocado por grandes necesidades, todavía mantiene perseverancia para caminar y trabajar.
Es tiempo de quebrar la estructura sociocultural que amordaza a los empobrecidos. En la lucha contra la miseria, los pobres desempeñan una labor de agentes, no se puede sustituirlos. Pero tampoco se puede abandonarlos, ni dejarlos solos ni traicionarlos. La sociedad que todavía no perdió la conciencia y la sensibilidad está llamada a solidarizarse proféticamente con los seres humanos expoliados.
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El pobre es un ser trágico. Aún triturado por la miseria, destila una grandeza humana. En el cuerpo maltratado del empobrecido, habita la densidad de la especie humana. En el rostro sufrido del ser humano relegado, se escurre el rostro de Dios, y en el día en que el potencial subterráneo de las multitudes se rebele, el mundo comenzará a ser otro.
¡Cuántas carencias sufren mis alumnos! pero cuando los escucho me asombro, ¡Cúanta riqueza al mismo tiempo! a veces creo que ellos son más felices que muchos de nosotros... y que tienen mucho para enseñarnos....

2 comentarios:

Silvina Carraud dijo...

Rosario: De acuerdo con Skliar, (“Fragmentos de alteridad y educación”. En Experiencia y alteridad en educación. Clase 7. FLACSO Virtual. 2006) , si percibiéramos al otro sólo como una temática (el otro se convierte en un tema), así, por ejemplo, no hay niños ni niñas sino “infancia”, no hay pobres sino “pobreza”, “indigencia”, “clases populares”; o igualmente, si pensáramos la alteridad en términos de negatividad (el otro es lo que yo no soy); o sintiéramos al otro como aquello que no tiene, como aquello que le falta (el otro es lo que no tiene) sería más sencillo y confortable, más “funcional” y mucho más “profesional” (y muchísimo más violento).
Si existe gente como vos, que puede reconocer en BRUNO, un ser humano, con NOMBRE, es posible que algo cambie, no será la realidad, quizás, pero sí "tu baldosa", aquella en la que estás parada, y en la cual podemos intentar un cambio. Un beso grande

sheila dijo...

Sabés?...antes que lo nombraras ya sabía que se trataba de él...
Qué más puedo agregar? Lo has dicho todo...y por supuesto que aprendemos de ellos! Cuántas satisfacciones nos dan! a pesar de nuestros rezongos... Nos llegan al corazón, nos HUMANIZAN.