lunes, 14 de enero de 2008

De una lectora de poesía

Navegando por la red, en búsqueda de información para la monografía de Transformaciones Culturales, descubrí a este poeta español (sí, a pesar de su apellido alemán). De Jorge Riechmann, un fragmento; para aquellas/os que se interesen, también hay publicadas poesías que, personalmente, me resultaron conmovedoras.


El derrotado duerme en el campo de batalla

Jorge Riechmann

[Ínsula, 585 (1994); reed. en Canciones allende lo humano, Madrid, Hiperión, 1998, pp. 11-24.]

La poesía da nombre. El poeta persigue el empeño, quimérico e irrenunciable a la vez, de atinar con el nombre verdadero de las cosas. Nombrar es transformar la realidad: la realidad nombrada no es la misma que el caos precedente a ese acto primordial. La poesía no es arma voluntariosamente cargada de futuro, y en mi modesta opinión conviene dedicarnos conscientemente al desarme, no a la acumulación de armamento. Pero por otra parte no hay poema que deje el mundo intacto.


Una de las peores cosas que pueden pasarle a uno es que una sola verdad le impida ver todas las demás. Luis Buñuel se muestra todavía más severo: “Daría mi vida por el hombre que busca la verdad y mataría al que cree haberla encontrado”.


Algunos poemas se escriben para gustar; otros necesitan ser escritos. Son dos clases distintas de poesía, legítimas las dos. Pero incomparables.


Cada poema logrado es una intimación a quitarse las orejeras, salirse del carril, desuncirse de la noria, pararse al borde de la autopista y respirar. Es una invitación a romper la férrea y ajena disciplina cotidiana en cuya irracionalidad nos hemos extraviado. Nos dice: asómate a esta ventana profunda; come este bocado de verdadera realidad.


Creo en una poesía que acompañe al ser humano; y ésa es la poesía que yo necesito. Tal acompañar no excluye volver la vista atrás, explorar senderos laterales ni adelantarse unos kilómetros en anticipación de lo que vendrá: pero sí que me resultan ajenos los visionarios vuelos estratosféricos donde desaparece toda consideración por la fragilidad de la constitución terrenal de las criaturas.


Pégate a la piel de los acontecimientos; mezcla tu aliento con la múltiple respiración de los seres de este mundo. El riesgo de extraviarte en sus complejos laberintos, de perder la perspectiva más fértil, es real. Pero menos importante que el riesgo —infinitamente peor— de ahogar tus razones y tus emociones en una estratosfera sutil, despoblada de seres verdaderos, donde la inexistente resistencia alimentaría tus fantasías de poder y la imposibilidad de contraste condicionaría la vanidad de tu especulación.


A veces un instantáneo antípoda nos facilita la autodefinición. “Me sigue convenciendo bastante aquella frase en la que se decía que, realmente, cuando se ha perdido el poder, ya sólo nos queda la literatura, sólo nos queda la poesía como consuelo. En ese sentido la literatura es, necesariamente, melancólica” (Jon Juaristi). A una poesía consoladora y melancólica yo opongo otra desconsolada y rabiosa. (Que no me pidan el certificado de vacunación).


En el último decenio del siglo XX, se diría que ver y decir lo visto (sin apartar la mirada, sin calzarse anteojos, sin renunciar voluntariamente a la sintaxis) es ya un acto de rebelión.


Entre la resignación a la impotencia y las fantasías de omnipotencia, un difícil espacio donde lo real dialoga con lo posible, mientras tú vas aprendiendo a orientarte.

http://descargas.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/pec/13538352101820054754491/021566.pdf?incr=1

2 comentarios:

Máximo Chaparro dijo...

Silvina, muchas gracias. Un texto para pensar.
Solo una reflexión acerca del final: "APRENDIENDO A ORIENTARTE". Bueno. Muy bueno. El camino ha sido largo y sinuoso. Abismos. Montañas. Huecos negros y blancos nevados. Ya tengo que caminar con un cayado. Y otear, para orientarme. Viejo. Queda poco. El camino finaliza. Y sin embargo tengo que agudizar la mirada, asombrado.
Máximo

Silvina Carraud dijo...

Máximo: no sé quien dijo que uno tiene la edad de sus proyectos. Vos nos dás tanto!! Del mismo Riechmann:

ABOLIR LA NOSTALGIA
De Cántico de la erosión-Hiperión, Madrid, 1987)

Es la hermana tullida del deseo.
De nada verdadero se predica.
Le place avasallar: busca vasallos.
No le miréis las manos,
perder es imposible.
Abolir la nostalgia, esa tenia violenta,
esa impotencia desovillada en máscara,
mi desdentada enemiga más voraz.
Untarle el cuerpo de brea y de vergüenza.
Sea la desolada quimera del presente
nuestro empeño imborrable.

Un saludo cariñoso.