miércoles, 9 de enero de 2008

"parálisis"


Este es el título de un texto que escribió un amigo y el cual me movilizó cosas, me invitó a pensar, a reflexionar...Me gustaría que cada uno que lo leyera pudiera resignificarlo y llenarlo de vitalidad, cada uno desde su propia mirada.




O el suelo está húmedo o mis pies no se apoyan en él. A pesar de mi esfuerzo por avanzar, no logro trascender la misma porción de tierra. Es extraño: las muestras de fatiga en mi entero cuerpo son inequívocas. Incluso el recuerdo de otros recorridos me da suficiente testimonio de que el esfuerzo ha sido realizado. Y sin embargo... ¿Acaso mis zapatos estarán agotados de tantos senderos recorridos? Nunca fui alertado de que pudiera acumularse el sedimento que impidiera seguir adelante. ¿Cómo habría de sospecharlo años antes? En aquellos tiempos andar y atravesar eran impulsos tan naturales como el recorrido de la savia dentro de un tallo de aloe. Eran años de altas velocidades, impetuosos vientos sobre el rostro. ¿Cuánto tiempo transcurrió desde entonces? ¿Dónde estuve yo? No tengo noción de la distancia recorrida... ¿Habré permanecido siempre en el mismo lugar? Si así fuera, alguien hubiera proyectado las imágenes hacia ambos lados del camino, para que yo me percibiera deslizándome...
Intento dar un paso, aprisionando con más ímpetu el ya gastado trozo de tierra, y nada... ¡Hasta mis brazos acompañan el ritmo del paso que no se concreta! Pienso: ¿es que no estoy avanzando o, peor aún, alguien detuvo la proyección de la película? ¿Cómo podré distinguir la diferencia entre una imagen proyectada y una real, si acaso nunca me detuve a considerarla? De lo contrario, de no existir tal proyección, esta parálisis podría no ser tal si existiera una fuerza ejercida en sentido contrario al que intento desplazarme. Hacia atrás. Una fuerza invisible que promueva exactamente la intención de mi movimiento, pero al revés.
Es que, de existir realmente esta fuerza, ¿cómo puede manejar a su arbitrio mi cuerpo sin yo detectarlo? O aún peor: ¿quizás la tierra se esté deslizando en sentido inverso al de mi pretendido avance, como aquellas cintas de aeropuerto, que obligan a caminar en un solo sentido?
En este caso, todo podría ser una ilusión. Digo, mi disponibilidad para moverme, para avanzar. Miro alrededor: nadie parece detectar la existencia de una fuerza irregular. Los veo y todos están allí, caminando sin inconvenientes. Diría, automáticamente.
Pero no funciona así conmigo. Estoy aquí hace... ¿horas, meses, ...años? ¿Toda mi vida? Cabría preguntarme si esta "fuerza invisible" sólo opera ante mi intención de avance; porque, de quedarme quieto, no parece empujarme hacia atrás. Sólo en el intento de avanzar.
Nunca detecté en mi abdomen las señales de una presión que me impidiera mi libre caminar. Sin embargo... Ahora que lo pienso, una sensación de continuo malestar me ha acompañado desde siempre. Un volumen alojado dentro de mi pecho, que se ha agigantado con el transcurrir de los años. Una sensación de... angustia. Sí, angustia.
Entonces: caminar, ritmo, viento, imágenes... ¿Que ha sido todo esto?
Angustia...



Escrito por Horacio I. Cohen extraído de http://choquedesombras.blogspot.com/2008_01_01_archive.html

3 comentarios:

Máximo Chaparro dijo...

El texto de Horacio Cohen, en verdad, conmueve al tocar fibras básicas de nuestra existencia. Muchas cosas me conmovieron, el pensar la fuerza hacia atrás, ver como los demás caminan sin problemas (pareciera), los interrogantes sobre mis pasos, y si lo son, hacia donde...y el cierre, que es concluyente con el texto. Angustia. Claro, es el ser humano.
Gracias Flor de Jacaránda por tu refflexión y por levantar este bello texto

Gerardo dijo...

El texto de Horacio Cohen me hizo recordar un cuento de Máximo que aparece en “El Mudo” y que lleva por título: “Acorralado”. Se puede allí leer “Por las sendas de un umbroso bosque caminaba un hombre, lento y cabizbajo, sus negros pensamientos (...) Llegó a un cruce de múltiples senderos. Se paró y miró cada uno de ellos. Lo rodeó el Temor, luego el Miedo y al fin el Terror. (...) Para atrás no podía volver. Era el infierno. Tampoco podía dar un paso para adelante. Así que se paró sobre el instante y se convirtió en estatua”.
Recuerdo que “Acorralado” tuve el placer de escucharlo de Máximo en una de las clases. Creo que los dos textos dialogan secretamente en una de las tantas islas de la literatura. De ese diálogo yo pude escuchar lo siguiente: que existen momentos en los que los seres humanos podemos dejarnos “tragar” por la “jungla de los sentimientos”. Momentos de los cuales podemos salir aireosos para “contar el cuento”, o paralizarnos, con consecuencias nefastas para nosotros (la persona y todos los que la rodean).
Los dos textos siguen dialogando, son tantas las cosas que se dicen. En las clases de “Filosofía práctica y DDHH” hablamos muchas veces del peligro de la parálisis, y el de caminar por sendas perdidas, no pudiendo adecuar nuestra realidad a nuestras acciones, cuando nos desfasamos. Hay veces que surgen sentimientos de “irrealidad”, cuando percibimos a los demás avanzando y a nosotros quietos, o, peor aún, retrocediendo... Ante esto me surgen preguntas ¿En qué medida nosotros podemos sentirnos excluidos de ese avance/retroceso? ¿puede una persona avanzar/retroceder sola? ¿Dónde queda la dimensión comunitaria de nuestra existencia?...
Los textos siguen dialogando, en este punto creo que ya no escucho bien... hay mucho ruido...
Esto me hizo reflexionar la lectura de este texto de Cohen y la relectura que hice de “Acorralado”... Gracias Flor de Jacarandá. Disculpas Máximo y si me salí demasiado de tus intenciones al escribir “Acorralado”

Florencia Pérez dijo...

Gracias Máximo y Gerardo por tomarse tiempo para pensar en el texto, me alegra que les halla generado cosas. Esa era mi intención, compartir parte de lo que me ha parecido digno para detenerse a reflexionar.
saludos!!!!